miércoles, 17 de marzo de 2010

Nuestras charlas trascendentales

A veces, cuando tomamos café, hablamos de hombres, tamaños y posturas.
Otras, de cómo cambiar la rueda de un coche, si dejas escapar gases delante de tu pareja o si bailas y cantas mirándote al espejo antes de meterte en la ducha.
No hay nada más divertido que una conversación aparentemente absurda.
Pero en otras ocasiones, nos adentramos en temas más profundos. Puede que partícipemos todos, o bien sólo reflexionemos las féminas mientras ellos hablan de fúlbol, o viceversa; sólo que nosotras hablamos de hombres, para variar.
Cuando estamos solas nos dedicamos a comportarnos de forma similar a los hombres, pero eso queda entre nosotras. Hacemos pulsos, comemos todo los que nos da la gana y bebemos cerveza.




En esta ocasión salió un gran tema: el feminismo. Una amiga, Ana, comentó que su profesora de Sociología siempre ponía ejemplos enfocados a lo mismo. Y ahí empezamos a cavilar y elucubrar.

Somos diferentes. Nadie puede negarlo. La génetica así lo indica.
Nuestros cuerpos son diferentes, lo que nos recuerda que no procedemos de un molde único. Nuestros cerebros son diferentes, siendo el de la mujer más pequeño que el del hombre, aunque no hay una relación directa entre tamaño del cerebro e inteligencia. Y no quiero entrar en la clásica discusión de que género es más inteligente. Sería absurdo.
Nuestras hormonas influyen en nuestro desarrollo y conductas. Los estrógenos femeninos y los andrógenos masculinos. Mientras que la formación de los órganos sexuales femeninos es un proceso programado, que no requiere de ninguna intervención hormonal, la formación del aparato reproductor masculino no sería posible sin la testosterona que comienzan a producir los testículos recién formados.
Aunque no pretendo hacer de este tema tan complicado, una mera simplicidad. Porque no lo es.
Nosotras dominamos mejor el lenguaje verbal, somos mejores comunicadoras, estamos mejor dotadas para el aprendizaje de idiomas, somos más emotivas y empáticas y podemos realizar múltiples tareas a la vez.
Ellos dominan mejor el espacio, el razonamiento matemático, piensan de forma lineal, separan los racional de lo emocional y no pueden diversificar su atención.
Todo ello a rasgos generales.
Cuando hablamos de feminismo, hablamos de igualdad de derechos y oportunidades. Ya existen desigualdades, no creemos nosotros mismos nuevas diferencias. Esa es la idea.

He entrado en un delicado tema. Hay aspectos sociales muy importantes. Nosotras soportamos la mayoría de la carga familiar y somos nosotras mismas las que nos ponemos el famoso techo de cristal. Llega un punto en que dejamos de sacrificar más tiempo por nuestro trabajo, y preferimos quedarnos ahí para seguir atendiendo nuestras responsabilidades familiares.
La maternidad es un obstáculo visto como algo negativo para la rentabilidad de la empresa: bajas por maternidad. Cuando es algo positivo para la sociedad y lo que nos mantiene en pie.

Un amigo dice que odia a las feministas, que queremos estar por encima de los hombres. No sé a que se debe este odio incondicional. Cuando hablamos de ello, acabamos discutiendo. Es algo automático e irrefrenable.

A quien le guste este tema os aconsejo leer "A la sombra de Lilith", de Carmen Posadas y Sophie Courgeon.

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