domingo, 31 de enero de 2010

Cuentos de hadas


La cenicienta dependía de que el príncipe descubriera que era la dueña del zapato. Blancanieves necesitó un beso para no ahogarse. Aurora revivió al roce de sus labios. Bella se enamoró de una bestia de mal carácter que finalmente cambió por amor.

De pequeña veía aquellos cuentos de hadas y princesas con otros ojos. Ilusión, sueños y ganas de vivir algo que se asemejara.
Pero ya es bien sabido, y más en la sociedad en la que vivimos, que los sueños, sueños son.
Ahora los veo con otros ojos. ¿Por qué permitieron que me forjara estas ilusiones? Me transmitieron que tenía que esperar al hombre ideal y vivir con el para toda la vida, ¿tenía que aguantar como Bella todos sus desplantes? ¿Tenía que depender de él para ser feliz como Aurora?
Y cuesta, cuesta demasiado despegarse de esos sueños, de esas ilusiones. Cuando tienes algo, pides más y más, en el fondo quieres que sea como un cuento.
Cuando quieres con todas tus ansias un final de ensueño, un "vivieron felices y comieron perdices"... probablemente no acabe como lo planeaste. Ojalá me lo hubieran enseñado los cuentos de hadas.
No son títeres, no te leerán la mente y harán lo que tú quieres que hagan. Cuanto más te ofusques peor marcharán las cosas.
No tienes que aguantar esperando que todo cambie, tú debes iniciar el cambio.
No debes vivir esperando que él llegue, debes disfrutar tu camino, porque probablemente jamás venga un príncipe a colorear tu vida de rosa.

Sé que es difícil, pero debes abrir los ojos. Y debes hacerlo tú sola.

sábado, 30 de enero de 2010

¿Dónde estaba Pepito Grillo?

Dicen que un clavo saca otro clavo. Aunque no comparto esa opinión, he de admitir que mientras estás poniendo el dicho en práctica al menos lo disfrutas.
Era verano y tenía las hormonas revolucionadas. Se pasa bastante mal cuando te acostumbras a compartir tu intimidad con una persona y a mantener relaciones con cierta asiduidad y de repente ¡zas!, te quedas a pan y agua. Creo que es la peor parte de una ruptura, porque aunque maldigas, te acuerdes de toda su familia y sepas que ha hecho las cosas francamente mal, echas de menos esos momentos, y no puedes parar de recordarlos ahora que no los tienes.



Volví a compartir bastante tiempo con uno de mis mejores amigos. Siempre hemos tenido pequeñas diferencias que no eran tan pequeñas. Puedo definirlo en pocas palabras: una persona que transmite confianza pero es la última en la que deberías confiar, se olvida de tí en cuanto deja de pasar la mayor parte del tiempo contigo.
Esas son sus dos características generales.
Es incapaz de mantener una amistad a distancia, de dar un paso para preocuparse por la otra persona. De oca en oca y tira porque le toca. Cuando es verano, sólo tiene ojos para nosotros; cuando llega a la ciudad, se olvida de los amigos estivales para volcarse en los de "toda la vida" y al comenzar la universidad vuelve a repetir lo mismo para centrar toda su vida en los compañeros de la universidad. He aprendido a llevarlo bastante bien. Antes podía pillar unos rebotes terribles cuando volvíamos de las vacaciones y le tragaba la tierra, pero ya he aprendido a quererlo como es, no prestarle más importancia y no darle muchas señales de vida a lo largo del invierno, porque el pobre " se agobia". Cuando quieres hablar con él de algún tema de este tipo, suele hacerse la víctima y tienes poco que hacer. Al final te acabas sintiendo culpable, eso si consigues hablar con él, porque se escapa como una culebra. Tiene un don nato para ello. Odia hablar las cosas, totalmente lo contrario que yo.
La segunda característica, que he conseguido aceptar en cierta parte, es su personalidad magnética. Te atrae, y quedas pegada como presa en la telaraña. Es inevitable.
Esto le ocurre en todos los sentidos, ya sea con los amigos o con las mujeres. Tiene un gran carisma.
Estando a su lado sientes gran confianza y te sientes propensa a contarle hasta tus más inconfesables intimidades e historias, pero nada más lejos de la realidad. En cuanto te des la vuelta, se lo acabará soltando a alguien de su confianza, bien por el mero placer del cotilleo o bien por liberarse de lo que él considera un gran peso.
Pero una vez y otra caes, y apenas haces esfuerzo por resistirte.

Nuestra historia es bastante larga y en algunos puntos un tanto enrevesada. Así que me saltaré detalles que pueden llegar a liar el asunto.
Fue corto pero intenso. ¿Un amor de verano? Muy lejos de la realidad se queda esa descripción. Un calentón de verano es mucho más correcto.
Es un dicho popular que "dónde una vez hubo fuego, siempre quedan cenizas". Y así ocurrió. Dudé durante un día sobre lo que debía o no hacer. Así fue como comencé a hacer lo que moralmente no era correcto. Había mucha gente entre nosotros, y seguí aparentando ser una buena chica ocultando lo que realmente estaba sucediendo entre ambos.
De repente me ví soltandole:"Pero a ver, ¿quién te ha dicho que esto tiene que ser público? Aunque con lo bocazas que eres, apuesto a que no aguantarías mucho sin soltarlo por ahí y cavarte tu propia tumba".

Se echó a reir. No se esperaba aquello de mí, le estaba rompiendo todos los esquemas y eso le gustaba, le atraía irremediablemente al precipicio. A mi me gustaba aún más.

Lo que realmente me movía a mantener aquello entre los dos era el miedo. Tenía que seguir siendo una buena chica, no estaba nada bien hacer eso, comportarme de aquella forma.

Con el tiempo me he dado cuenta que el ocultarlo ante los demás fue una gran aventura: excusas para vernos a solas, miradas que nadie comprendia, ver a nuestros amigos de lejos y echar a correr en la dirección contraria... fue lo que hizo aquello apasionante y una experiencia inolvidable.


Pero, ¿volvería a actuar igual si se presentara de nuevo la oportunidad? No. Ya no volvería a ocultarme, a mentir por aparentar ser algo que no soy. Las mujeres tenemos que tener cierta imagen, unos principios bien claros y respetarlos.

Yo en cambio, he averiguado que es más divertido cuestionarte todo, romper algunos principios y construirme unos nuevos, y no querer aparentar lo que no soy. Volvería a vivir una aventura así si sólo me moviera la emoción, pero no por no estropear mi imagen de buena mujer.


Viví el momento; aprendí que cuando te apetece subir a un tren debes hacerlo. Aunque no sepas dónde te lleva, no debes amargarte el trayecto preguntándote dónde acabará. Acabará en algún lado, y si eres inteligente, sabrás seguir el camino buscando otra forma de continuar.

miércoles, 27 de enero de 2010

Lluvia


Son estos días los que me gustan. Días de frío y lluvia, coger un buen libro y quedarte en casa, bajo el calor de una manta.

Pero hay veces que es inevitable tener que salir ahí afuera, con el frío y la humedad. O puede que te sorprenda un chaparrón en medio de un día soleado.
Ese ha sido el caso de hoy.
Pero a pesar de todo, no ha sido un mal día, aunque muchos lo calificarían como tal.
Tras salir de un examen me sorprendió la lluvia. Llevaba bastantes capas de ropa porque hacía frío, y no se qué razón me impulsó a guardar un pequeño paraguas en el bolso. Muy convencida, lo saqué de la funda, lo abrí y me dispuse a ir a la estación.
La espera se hizo amena. Que sencillo es esperar cuando no estás sola, cuando tienes con quién compartir tu tiempo y tu risa. Pero el tren no llegaba. Diez, veinte, treinta minutos...Nada.
Y no llegó, ni llegaría hoy.
Con los pies encharcados, frío en las manos, la nariz congelada y un pequeño paraguas que pretendíamos compartir entre cuatro, nos dirijimos a la parada del autobús.
Nada de nuevo. La ley de Murphy. Pero seguí disfrutando de aquellos momentos. Todo depende cómo se mire.
Finalmente, cruzamos para coger un taxi que nos llevara a casa. No paraba de llover y nos pareció la mejor solución.
Gran aventura, aunque para todos los demás y con perdón, vaya "putada".
Son diferentes formas de ver y vivir dos situaciones. Me gusta saborearlas todas y cada una de ellas: buenas, malas y peores. Quiero experimentar cada sensación diferente, vivir cada experiencia que se interponga en mi camino. Las menos agradables, me permitirán saborear mejor las que sean divinas.
Adoro los días de lluvia en casa, pero jamás rechazaría correr mientras cae. Jamás podría imaginar vivir cada día sabiendo como terminará. Me encantan las sorpresas.

martes, 26 de enero de 2010

Mi vecino del primero.

Nos hemos criado juntos, desgraciadamente. Siempre supe que sería una bala perdida.
Hijo único, como yo. Nuestros padres compartieron salidas y cenas durante un tiempo, pero aquello no duró demasiado. ¿Cómo es posible que de un progenitor que se considera psicólogo pueda salir semejante espécimen? Desde mi punto de vista, todo tiene su explicación.
Todo tiene su proceso. Los dos somos hijos únicos y nuestras vidas no tienen nada que ver. Excepto por el romance infantil que mantuvimos, como cualquier niño que intenta imitar a sus mayores y al que se le despierta la curiosidad. Entonces pretendes averiguar "porqué él es diferente a mi"y "cómo vienen los niños al mundo". Te das unos cuantos besitos o puede que incluso te metas con él en el baño para investigar un poco sobre el asunto, cuando de repente viene tu mami y os saca del baño a gritos pelados, y tú no entiendes qué problema hay en todo aquello.

En fin, confesado esto, sigo con la historieta del vecinito del primero.
Pasada la etapa de los besitos, pasamos a la siguiente: la de meterse conmigo. Todo porque, como he dicho, éramos el día y la noche.
Siempre he hecho lo que debía hacer, me he comportado como mis padres esperaban que lo hicieran y sacaba unas magníficas notas que se mantenían con el paso de los años. Él en cambio, se pasaba el día en la calle sólo, o con los padres de bar en bar. Fue creciendo y aprendiendo de los hijos de los amigos de sus padres, que no eran precisamente un ejemplo a seguir.
Además, las notas fueron empeorando. Miento, nunca fueron demasiado brillantes. Era un estudiante mediocre, que se dio cuenta que la única forma de llamar la atención era ser "el gracioso" de la clase. Y así empezó todo. Los castigos eran irrisorios, no tenía apenas normas ni orden en su vida. Y sí, una madre que se enfrentaba a los profesores para darle la razón al pequeño, y eso que tenemos delante de nuestras narices a una licenciada en psicología.

Con 20 años debería comenzar a disfrutar de la libertad y la independencia, la universidad, los amigos, las relaciones y las locuras. Como os comenté, ahora me he unido al grupo de los de "nunca digas nunca" y es cuando estoy empezando a romper moldes.
No he sido nunca ninguna monjita, pero digamos que he hecho cada cosa a su debido tiempo y no me he saltado ninguna etapa que considere necesaria para madurar.
Y ahora que yo voy, él viene. "Una llama que arde con el doble de intensidad dura la mitad de tiempo". Bien cierto es que ya ha hecho de todo en la vida, y nada que le aportara nada positivo, aunque él en su momento pensara que sí. Actualmente, ni trabaja, ni estudia ni hace nada. Su vida transcurre en la plaza del barrio, dando vueltas de un lado a otro con la moto, porque ¡ah, sí! el carnet se lo retiraron siendo novato.Tuvo la gran ocurrencia de robarle el coche a la madre para ir a una feria y volver cuando amaneció, con la correspondiente dosis de alcohol y demás sustancias en el cuerpo.Como es fácil de imaginar, tuvo un accidente del que salió ileso, aunque el coche fue a parar directamente al desguace. Prefiero ni saber qué había consumido, si cuando dejé de gozar de su compañía teniamos 15 años y cada fin de semana fumaba maría y se bebía hasta el agua de las macetas.


He aquí la crónica de como no criar a un hijo único. Y, ojo, crítico porque me da igual que me critiquen y habiendo visto antes la paja en mi ojo que en el ajeno, porque como he dicho, tampoco soy ninguna santa. Pero eso es otra historia.

domingo, 24 de enero de 2010

La mirada del amor



El rey estaba enamorado de Sabrina: una mujer de baja condición a la que el rey había hecho su última esposa.

Una tarde, mientras el rey estaba de cacería, llegó un mensajero para avisar que la madre de Sabrina estaba enferma.

Pese a que existía la prohibición de usar el carruaje personal del rey (falta que era pagada con la cabeza), Sabrina subió al carruaje y corrió junto a su madre.

A su regreso, el rey fue informado de la situación.

—¿No es maravillosa? –dijo—. Esto es verdaderamente amor filial. ¡No le importó su vida para cuidar a su madre! ¡Es maravillosa!

Otro día, mientras Sabrina estaba sentada en el jardín del palacio comiendo fruta, llegó el rey. La princesa lo saludó y luego le dio un mordisco al último durazno que quedaba en la canasta.

—¡Parecen ricos! –dijo el rey.

—Lo son –dijo la princesa y alargando la mano le cedió a su amado el último durazno.

—¡Cuánto me ama! –comentó después el rey—. Renunció a su propio placer, para darme el último durazno de la canasta, ¿no es fantástica?

Pasaron algunos años y vaya a saber por qué, el amor y la pasión desaparecieron del corazón del rey.

Sentado con su amigo más confidente, le decía:.—Nunca se portó como una reina... ¿acaso no desafió mi investidura usando mi carruaje? Es más, recuerdo que un día me dio a comer una fruta mordida.

—La realidad es siempre la misma. Y lo que es, es... Sin embargo, como en el cuento, el hombre puede leer un hecho de una manera o de la contraria.

Cuidado con tus percepciones, decía Baldwin el sabio.

SI LO QUE VES SE AJUSTA “A MEDIDA” CON LA REALIDAD QUE A TI MÁS TE CONVIENE...

¡DESCONFÍA DE TUS OJOS!

Jorge Bucay

sábado, 23 de enero de 2010

Nunca digas Nunca

"De este agua no beberé" y "Nunca digas nunca".
Dos tipos de mujeres.Por pertencer a la segunda clase...no significa que no tengas tus principios claros, como opinaba en otro tiempo.
No todo es blanco o negro, vacío o lleno. Existen los medios caminos y los diferentes matices.
Perdón, soy una maleducada. Ni siquiera me he presentado. Será por eso que la primera impresión que causo es la de "siesa". Me han definido como correcta, con fuerte carácter y con las metas claras.
Hay algo en lo que aciertan: fuerte carácter. Nadie puede negarlo, debo aceptarlo.Pero con el paso del tiempo he aprendido a controlarlo. Aunque es innegable que sigue ahí, y cuando sale, SALE.
¿Con las metas claras? En esta última etapa, no tanto. Siempre las tuve claras, pero ya no. Se rompieron mis esquemas y no sé por donde me llevará el día a día. No sé que será de mí el año que viene, el mes que entra o ni tan siquiera mañana mismo. Y por lo tanto, eso de correcta, tampoco es algo que sea cierto. No, he sacado los pies del plato.
A estas alturas, me da igual todo. Los que realmente me quieren me comprenden, o al menos lo intentan, y si no compartimos la misma opinión, con que me respeten es más que suficiente.

Y me da igual no hacer lo moralmente correcto o cometer ciertos errores, que me señalen con el dedo y cuchicheen a mis espaldas. Como ya he dicho antes, hay ciertos matices que conoce la persona que actúa. El problema es el siguiente: desde fuera sólo hay dos opciones, blanco o negro.

jueves, 21 de enero de 2010

¿Con todas mis fuerzas?






Dirijo todas mis fuerzas a aquello a lo que mi interior dice que debe estar, pero nada. Qué fácil es decir, y que dificil actuar. No debo estar poniendo todas mis fuerzas, aunque quiera autoconvencerme. Si lo hiciera no estaría escribiendo estas palabras precisas en este preciso momento.
¿Precisa? La palabra precisa ha llegado a mi mente en este preciso día, aunque se suponía que quería evitarlo con todas mis fueras. Otra vez me han fallado. Maldito día, maldito número.
Aunque quieran hacerse las duras, apostaría a que todas tenemos marcado un día que nos gustaría olvidar, y cada mes recordamos. Yo también quiero borrarlo, como tú. Quiero olvidarlo, no sólo de cara a la galería. Quiero no acordarme verdaderamente, sin tener que mentirle a nadie ni a mi misma. Olvidar el rencor, la rabia y la impotencia.
¿Con qué empieza Olvidar? Con O, ¡que lista! Pero no, la fuerza es el comienzo. ¿Tampoco le estoy dedicando toda la fuerza que podría? La respuesta también debe ser negativa.
Aunque muchos diran que sí, que ya está todo superado. Soy fuerte, nunca tropiezo dos veces con la misma piedra y me levanto rápidamente de mis desastrosas caidas. Aparentemente. Soy una maestra de las apariencias.
Aunque mi duelo particular duró apenas unos dos meses, las preguntas siguen aporreando mi cabeza. Tantas preguntas y tan pocas respuestas.
Hipotéticamente te pregunto, hipotéticamente me respondes. ¿Cómo puedo llegar a mentirme de esa forma? Tú no respondes. Posiblemente las respuestas formen parte de mi cruz de la moneda, pero con total seguridad la tuya diferirá bastante de la mía. O quizás te hayas vuelto inteligente, y ahora veas lo que antes no viste, pero precisamente por la inteligencia que ahora posees y que no te caracterizaba, sepas que no llamar a mi puerta es lo adecuado.
¿Cómo no ví aquellas señales? Otra gran duda. No debo ser tan inteligente como la gente cree... ¿cómo pasaron inadvertidas ante mis ojos? estaba ciega...¡qué original!
¿Tanto tiempo para esa conclusión? No me puedo creer de qué forma estoy llegando a desperdiciar mi tiempo. A veces, suelo ser bastante estúpida.

miércoles, 20 de enero de 2010

Fuego y hielo

Unos dicen que el mundo sucumbirá en el fuego,
otros dicen que en el hielo.
Por lo que yo he probado del deseo
estoy con los que apuestan por el fuego.
Pero si por dos veces el mundo pereciera
creo que conozco bastante el odio para decir que,
en cuanto a destrucción,
también el hielo es grande y suficiente.


Robert Frost
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