No era el mejor amante. No era el mejor confidente. Ni siquiera era el mejor amigo. Y aún así, ella cayó una y otra vez.
Era parte del pasado, pero siempre salía a relucir su maravillosa presencia en las interminables conversaciones. Su nombre iba atado a las experiencias que relataba, a las numerosas anécdotas que contaba.
Aunque ella lo negara una y otra vez, de las mil formas que sabía, él aún seguía presente.
¿Pero no era ella consciente de ello? ¿pretendía hacernos partícipes de otra realidad que no la avergonzara? ¿o quizás pretendía convencerse a sí misma repitiendo en voz alta que no sentía nada?
No hay comentarios:
Publicar un comentario