sábado, 25 de septiembre de 2010

Todo va a una velocidad de vértigo


Allí estaba ella, esperando en la cola del Burguer King sin saber ni siquiera cómo se llamaba aquel sitio lleno de gente en el que te servían la comida en 5 minutos.
Me preguntó qué juguete daban hoy, a lo que respondí:
-No lo sé señora. No pido el menú infatil desde hace años.
-Pero, ¿qué es lo que se pide aquí?- me preguntó preocupada, pero entre risas- Yo sólo sé que mis nietos querían un juguete que dicen que lo dan aquí. Mi marío quiere huevo con patatas, pero le he dicho que aquí no hay de eso.


En la cola se volvió loca. Se puso tras de mí directamente, y cuando se quedaban cajas vacías decía que la gente se le colaba.
-Pero señora, no se ponga detrás mía. Espere allí a ver cuál queda libre.
-¡Que lío chiquilla! Mira, yo le doy a los niños su hamburguesa y su coca cola y ya comemos nosotros en el bar de la esquina. Con lo bueno que está un plato de potaje, y me cobran aquí por un trozo de pan con un cacho de carne casi 7 euros, ¡Dios Santo!. Con lo poco que cobramos los jubilaos.

Qué gran distancia hay entre su generación y la mía. Algunos han aprendido a regañadientes a manejar el móvil, como mi abuela, que cada dos por tres pregunta cómo mirar quién le ha llamado o cómo se bloquea. Otros incluso se han hecho una cuenta de correo electrónico, como mi otra abuela, que no para de mandar cadenas de mensajes. ¡Cada día me encuentro 4 al menos! Le digo que los veo todos, pero lo cierto es que cuando veo su nombre los borro directamente. No tengo tiempo para parar a leer todo eso y ponerme a ver los power point que me envía. Me pregunta que es eso que le llega para unirse al facebook (pronunciado tal y como se escribe).

Mi madre no entiende mi música. No sabe cómo puedo oir música en inglés si no se entiende nada. No llega a creerse del todo que entiendo las letras, a rasgos generales las más complicadas. Dice que la música de su época era mejor. Tampoco le hacen gracia las chucherias de hoy en día, como ella dice. Han cambiado los precios, si antes con nada podías comprar media tienda y no había tantas cosas raras, el regaliz de toda la vida y ale, marchando.

Mi madre no sabe ni encender el ordenador, y ni quiere. ¿Y si me voy al extranjero cómo hablamos si no sabes manejar el skype? Ya aprenderé, me dice ( y yo tendré que tomar cuatro tilas para poder enseñarte en dos días, porque lo dejarás para el último momento).

Todo avanza de forma rápida. Mi ordenador no tiene ni 6 años y ya está viejo. Mi móvil no es táctil y ni quiero, me vuelvo loca si no tiene botones, no sé escribir mensajes con un lápiz.
Me costó la vida comprender cómo funcionada twitter y saber para qué leches servía; y aprender a manejar spotify con todos sus trucos me costó lo suyo, eso sí, no lo cambio ni por todo el oro del mundo.
Me peleo con el Ipod cada vez que quiero piratearlo, aunque si me lo cargo me da lo mismo, porque me lo encontré en la calle... era de un chino ( y lo sé porque estaba en chino, y tarde horas en cambiarle el idioma). Sí, sé que soy mala. Pero al chino lo había visto hacía media hora en el banco sentado con el cacharro en cuestión, y no hubiera sido capaz de decir de qué chino era. Para mí son todos iguales, quizás la generacion que me siga aprenda a diferenciarlos al convivir con ellos, pero yo soy incapaz. Tengo tres Ipod diferentes, desde el mini que es en blanco y negro hasta llegar al Ipod touch. Me da pena deshacerme de ellos, según mi madre cuando pasen algunos años serán reliquias para coleccionistas. ¿Pero qué hago con ellos? ¿Acumulo Ipods, móviles y portátiles?

Quiero comprarme un lector de libros electrónicos pero no sé cual. Los veo todos iguales. Yo sólo sé que no quiero acumular más libros en casa porque en el cuarto entra un número muy limitado de ellos.
Y ahí voy, luchando con las tecnologías e intentando no quedarme atrás. ¿Acabaré por perderme y no lograr entender cómo funcionan la mitad de los chirimbolos nuevos que salen? ¿Repudriaré la música que oyen mis hijos o conseguiré no quedarme anticuada y que mis oidos se adapten a los futuros nuevos sonidos?

Todo va a una velocidad de vértigo.


sábado, 18 de septiembre de 2010

Incomodidad crónica


Érase una vez una joven que estaba cansada sobre las 4 de la mañana. No tenía más ganas de continuar de cachondeo en la feria. Pero era una cagona. Bueno, lo sigue siendo.
Y si juntamos lo cagona que era con su poca disponibilidad de fondos tras gastarse sus ahorros en su viaje de fin de carrera que había sido apoteósico, caereis en la cuenta de que:
a) Le daba miedo montarse en taxi sola a aquellas horas intempestivas con tanto cafre suelto, y no disponía de dinero para pagarlo.
b) Mucho menos se iba a ir sola en bus, porque aunque era económico, iría acojonada todo el camino.


Así que la solución era la siguiente: esperar que algún amigo quisiera recogerse para ir juntos en el autobús.

Pero los amigos que decidieron volver a casa eran una pareja, y ya sabemos mi consabido problema con las parejas. Mentira, no lo sabeis porque nunca he hablado de ello.
Realmente, mi problema con las parejas viene a raíz de esa noche. O más bien, con esta pareja específica.
No me gusta salir a cenar con una pareja, ni ir a tomar algo. Me siento como un mueble. Es inevitable, pero imagino que es algo medianamente normal. A nadie le gusta ir a pasar un fin de semana a la playa con una amiga y su pareja, ¿no?. Ya sé que quizás estoy chapada a la antigua, pero que vamos a hacerle.

Ir con una pareja en un viaje en coche, quedarme sola con ellos en un momento puntual carece de importancia para mí. Pero con ellos me dí cuenta que era imposible.

Son apasionados, cariñosos y desmedidos. Sumándole a eso mi tristeza crónica que me da en determinados momentos del mes en los que necesito tener alguien al lado para achucharle y mi falta de sueño, estaba bastante sensible y susceptible.

Imaginadme, yo en un rincon del autobús, echada en la ventana, muerta de frío y con sueño; y cuando voy a hablar con ellos para hacer más ameno el viaje, porque si no iba a quedarme sopa allí mismo y de pie, estaban dándose el lote. En mis narices.
Cara a cara se profesaban arrumacos, risas y muestras de cariño. Y yo al lado era como un cero a la izquierda.
"¿Qué hago aquí? Me siento estúpida, sola y cansada. Si siguiera con él hubieramos vuelto juntos y posiblemente me hubiera quedado dormida en su hombro, hasta que me despertase con un beso al llegar a mi parada y me acompañara hasta casa".
Pensamientos de ese estilo fueron los que correteaban por mi cabeza, de un lado a otro, sin parar.

Me bajé sola de la parada, porque ella se quedó dormida en su hombro. Baje de autobús y vestida con el traje de flamenca eché a andar lo más rápido que me lo permitía. Y sola, cagada de miedo, llegué a casa. Dando gracias porque todo aquello hubiera terminado.

Al día siguiente me tocó hacer el mismo viaje de ida y vuelta con otra pareja, pero sin lugar a dudas estuve cómoda.

Así que suelo decirle a ella que estoy incómoda entre parejas, cuando sólo mi incomodidad los concierne a ellos dos. ¿Cómo culparlos de ser cariñosos y apasionados? ¿Cómo decirle a mi amiga que sólo me incomoda ella y su pareja?.
Ella quiere arreglar mi problema, bromea con todo ello. Aunque sé que hay un trasfondo de resentimiento. ¿Cómo obligarme si mi subconsciente hace que me separe de ellos en cuanto empiezan a besarse?

Esto me hace plantearme dudas, ¿qué considerais aceptable en público a una pareja?.
Yo personalmente, pasados los 16-17 años y la euforía del primer amor, considero que una pareja debe dejar ciertos cariños para la intimidad. Ver a dos personas de 25 años dándose el lote en un banco, me impacta. El resto de amigos en pareja, incluso yo cuando la he tenido, nos hemos profesado cariño, pero como vulgarmente se dice no me como la boca con nadie en público ni me sobeteo más de lo debido. Mis principios e ideas vienen de mi madre y de mi familia, aún sin ser religiosos lo consideramos una forma de mostrar respeto. Posiblemente, si investigais un poco, mi opinión sea más bien parecida a la de vuestras madres que a la de vosotros.¿ O me equivoco?¿Qué pensais de todo esto?




miércoles, 15 de septiembre de 2010

Convención de los heridos de amor


Os dejo este texto de Paulo Coelho. Me encanta, y quería compartirlo con vosotros. Espero que os guste tanto como a mí.

Disposiciones generales:

A – Considerando que el dicho de que “en el amor y en la guerra todo vale” es completamente verdadero;

B – Considerando que en lo relativo a la guerra contamos con la Convención de Ginebra, adoptada el 22 de agosto de 1864, que determina cómo debe tratarse a los heridos en el campo de batalla, mientras que hasta hoy no se ha promulgado ningún documento que regule la situación de los heridos de amor, muy superiores en número;

Se decreta que:

Art. 1 – todos los amantes, independientemente de cuál sea su sexo, quedan advertidos de que el amor, además de ser una bendición, también es algo extremadamente peligroso, imprevisible, que puede acarrear serios daños. Por lo tanto, quien tenga la intención de amar, debe ser consciente de que está exponiendo su cuerpo y su alma a heridas de muy diferentes tipos, sin poder culpar por ello a su pareja en ningún momento, puesto que ambos corren el mismo riesgo.

Art. 2 – Una vez alcanzado por una flecha del arco ciego de Cupido, debe solicitarse inmediatamente al arquero que dispare la misma flecha en la dirección opuesta, con el objeto de no sufrir la herida conocida como “amor no correspondido”. En el caso de que Cupido se niegue a hacerlo, la Convención que en estos momentos se promulga exige del herido que de manera inmediata se arranque la flecha del corazón y la tire a la basura. Para llevar esto a buen puerto, debe evitar llamadas telefónicas, mensajes de correo electrónico, envíos de flores (siempre rechazadas), o cualquier otra forma de seducción, pues semejantes medios, si bien pueden dar algún resultado positivo a corto plazo, no resisten el paso del tiempo. La Convención decreta asimismo que el herido debe buscar sin falta la compañía de otras personas, así como debe imponerse al pensamiento obsesivo que le dice “vale la pena luchar por esta persona”.

Art. 3 – En el caso de que la herida provenga de un tercero, es decir, que el ser amado se sienta atraído por alguien que no estaba a priori en el guión, queda expresamente prohibida la venganza. En este caso, se permite el uso de lágrimas hasta que los ojos se sequen, así como algunos puñetazos en la pared o en la almohada, o reuniones con amigos donde poder insultar a gusto al antiguo(a) compañero(a), incidiendo en su perfecta falta de gusto, pero sin llegar a difamar su honra. La Convención determina que también se aplique en este caso la regla del Art. 2 que mueve a buscar la compañía de otras amistades, sólo que evitando en la medida de lo posible los lugares que la otra persona frecuenta.

Art. 4 – En lesiones leves, clasificadas aquí como pequeñas traiciones, pasiones fulminantes que no duran mucho, o desinterés sexual pasajero, debe aplicarse con generosidad y rapidez el medicamento llamado Perdón. Una vez aplicada tal medicina, no se debe volver atrás bajo ninguna circunstancia, y el asunto debe ser definitivamente olvidado, no utilizándolo jamás como argumento en una discusión o en momento de odio.

Art. 5 – En todas las heridas definitivas, también conocidas como “rupturas”, el único medicamento que tiene algún efecto se llama Tiempo. De nada sirve buscar consuelo en cartomantes (que siempre prometen el regreso del amor perdido), leer libros románticos (que siempre acaban bien), engancharse a una telenovela o cosas por el estilo. Se debe sufrir con intensidad, evitando radicalmente las drogas, los calmantes o las oraciones a los santos. En cuanto al alcohol, sólo serán permitidos dos vasos de vino diarios.

Consideraciones finales
Los heridos por el amor, al contrario de los heridos en conflictos armados, no son víctimas ni verdugos. Optaron por algo que forma parte de la vida, y deben asumir, por consiguiente, la agonía y el éxtasis de su elección.
Y los que jamás fueron heridos por el amor, nunca podrán decir: “he vivido”. Porque no vivieron.




domingo, 12 de septiembre de 2010

Proposición vía sms


Si hay algo que odio es que pretendan mantener una conversación conmigo via sms. Si tienes varias cosas que decir, llama ¿no?

Mientras no dé señales de vida desaparece casi al 100% de mi cabeza, pero hoy he recibido un sms suyo. Tras enviarnos unos cuantos de ellos, aunque lo odie (¿odio hablar vía sms o también lo odio a él?), ha propuesto un fin de semana juntos en la playa. Pero algo inocente aparentemente, porque queremos ir para ver a algunos amigos en fechas para ellos importantes, sé que puede convertirse en algo más serio.

Y tengo claro que no quiero estar a solas entre cuatro paredes a su lado, no quiero darle lo que está buscando porque ese no es mi interés en él. No quiero ser segundo plato de nadie y creo que sigo siéndolo. No quiero decirle que sí y a última hora recibir un sms con que se cancela todo. No.
Por eso, voy a decirle yo el no, antes de que pueda darmelo a mí. Porque si quiere algo, quiero empezar desde cero, como la gente normal. Y si realmente lo quiere, puede volver a interesarse, como lo hice yo tras recibir alguna que otra negativa.
Tengo mi vida, y no pienso aparcar mis planes (aunque aún no estén hechos) por darle todo el tiempo de un fin de semana a él. Porque él no lo haría si yo se lo propusiera. De hecho, aún no ha accedido a cenar conmigo ninguna noche. Desde que volví de la playa no hemos vuelto a vernos. De vernos 12 horas al día hemos pasado a olvidar nuestras caras y nuestras voces. ¿Y ahora quieres un fin de semana completo? Por mucho que me duela, guapo, se te ven las intenciones. Vas listo.



jueves, 9 de septiembre de 2010

Como gitanos


Mis amigos y yo somos unos gitanos. Y no lo digo en tono despectivo, ni mucho menos. Ya me salvaría de eso.
Lo digo porque tenemos comportamientos que son típicos, tipiquísimos.
¿Nunca habéis entrado a un hospital y habéis visto a la familia completa en urgencias sin moverse de allí todo el tiempo que sea necesario? Y cuando me refiero a familia, no son unicamente padre, madre y hermanos, no. Los abuelos, tíos, primos, tíos abuelos, primos segundos, cuñados y toda familia natural y política que puedas llegar a imaginar.
Allí hemos estado todos hoy. En el conservatorio de danza para apoyar a nuestra amiga la bailarina. Todos mirando por la ventana a ver qué tal lo hacía y convencidísimos de que era la mejor, sin lugar a dudas. Quiere acceder a cuarto pero es imposible casi por las pocas plazas que sacan. Y cuando digo pocas, me quedo corta, porque de pasar a ser 3 se ha quedado en 1; y el año pasado tras hacer las pruebas confirmaron que no había ninguna vacante.
Así que el estrés que le ha ocasionado esto todo el verano y la importancia que tenía para ella ( y por tanto, para todos) ha provocado que allí estuviésemos plantadas más de 8 personas, cuando lo lógico es que te acompañen como mucho dos.

Y no sólo eso, sino que desde las 8 y media de la mañana hemos estado juntos hasta que han dado las 7 de la tarde. Diez horas y media, sí.
Han acabado acompañándome a comprar un chandal todos juntitos, porque he decidido que quiero poner deporte en mi vida. ¿Cuántos años llevo sin practicarlo? Es un misterio, pero no me quedaba bien ningún pantalón del armario. Así que llevo una semana saliendo a hacer footing, que suena más cool, con ropa prestada.


Así que a las siete los dejé solos y me vine a casa, a tirarme en el sofá y leer un buen libro. Porque teniendo amigos así, ¿para qué quiero un novio?.
Bueno, lo quiero por lo que lo quiero. Y no penseis mal, que aunque la primera malpensada soy yo, no van por ahí los tiros.


domingo, 5 de septiembre de 2010

10 Razones para odiarte


  1. Te odio porque a todas horas pienso en ti y tú ni siquiera me recuerdas.
  2. Te odio porque no puedo olvidarte y tú no demuestras amarme.
  3. Te odio porque mi alma se ha quedado vacía de tanto amarte.
  4. Te odio porque te miro y aún me sonrojo.
  5. Te odio porque vive en mí un deseo que tú no sientes.
  6. Te odio porque todo mi amor es sólo indiferencia para ti.
  7. Te odio porque ni una lágrima te mereces y por ti las he llorado todas.
  8. Te odio porque mi locura por ti se queda en amargura.
  9. Te odio porque para mi fuiste todo y para ti yo no fui nada.
  10. Te odio sobre todo porque, aunque lo desearía, ni odiarte un poco puedo.


jueves, 2 de septiembre de 2010

Srta. Exigente


Hola. Me llaman la exigente. Es la nueva moda para mis amigas.

Y dirás, ¿exigente? Pues sí, y te cuento el porqué de la nueva característica que han sumado a la lista de mis rasgos de personalidad.

En cuanto a hombres, me comentan que pido demasiado; aunque yo no estoy de acuerdo.

Pimera exigencia: si has tenido algo bueno en tu vida es lógico que busques algo que lo iguale o que lo supere. Sí, estuve con alguien a quien a día de hoy considero bastante... ¿cortito de mente? Aunque no sé si eso de cortito se queda corto.
Pero se trataba de un ser humano con sus fallos y sus virtudes, y éstas segundas pesaban en aquel momento más que los primeros.
Segunda exigencia: debe ser alguien que te permita hablar de tí al menos un minuto por cita, y que finja interés como mínimo. Aunque si el interés es fingido y te percatas, depende lo que quieras puedes seguirle el royo o a otra cosa mariposa.
Tercera exigencia: debe ser flexible y admitir opiniones diferentes a la propia. No pretender que creas y te convenzas de que su verdad es la única y absoluta, y que todo lo demás está de más o son ideas absurdas.
Cuarta exigencia: no debe repetirte veinte mil veces al día que tengas cuidado y no te enamores de él. Porque él no quiere eso, y hasta ahí de acuerdo. Pero nunca sabes lo que puede ocurrir y odio que me pongan barreras. Y que nunca, nunca comente en tono despectivo que cuando hay pim pam pum, se les va a todas la cabeza y tiene que dejarlas. Pero él es todo un caballero.
Quinta exigencia y por ello no la menos importante: debe ser aseado. Y con aseado no me refiero a ducharse dos o tres veces por semana o cuando entrena. Porque aunque no sude y su olor corporal le encante, si sudas y más si haces deporte debes ducharte; y aunque no sudes y no hagas deporte duchate de todas formas.
Pero peor que eso, no es que te des cuenta de que no se ducha, sino que él mismo lo confirme y alegue que:
Primera de las razones: no suda.
Segunda y más importante: le da corage tener que secarse y vestirse luego.

"Pero cariño, si tanto te importa, cuando quede contigo, me ducho."


Luego me llaman exigente, pero a ver... ¿cómo voy a tener algo con cada garrulo que se me acerque? El problema es cuando sabes lo que quieres y no lo encuentras por ningún lado. Por eso he dejado de buscarlo. Pero porque deje de buscar...no. Me niego a conformarme con especímenes como ese.

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