viernes, 27 de agosto de 2010

Mareada

Hay veces que piensas que tus ideas están claras y tus decisiones son inamovibles. De este agua no beberé nunca fue un buen dicho. En cuanto lo pronuncias falta tiempo para tener que tragarte tus palabras.

No me gusta que me mareen, que me busquen y cuando me encuentren me huyan, que jueguen a tres bandas. Son comportamientos que deberían provocar que esa persona se quede sola por no elegir a tiempo, pero no es así.

Esa magia que tiene y ese carisma provoca que nunca sea así.

No caí. No quiero ser presa fácil de la que se aprovechen, aunque yo también consiga algo en cierta forma. No quiero eso que podría conseguir.
Dejaré de hablar en abstracto porque tenéis que estar más perdidos que el barco del arroz, como diría mi madre.

Miraditas tiene innumerables ex, más que nada ex-royitos de verano. Y ahí es donde coincidmos, en nuestra ciudad de vacaciones. Por deducción obvia habreis adivinado que tengo que toparme con todas ellas.
Ahí llegué yo, segura de mi misma y con las ideas muy claras. Además, no había nada que temer, él tenía novia. Pero a medida que hablabamos más y más, como suele pasar cada verano, me comentó que antes de llegar lo habían dejado.
La distancia siempre suele ser una piedra en las relaciones, y ese era su caso ahora que terminaban ambos sus carreras y ella era de otra ciudad.
Así que allí estábamos, los dos solos de nuevo y aumentando la complicidad día a día, hasta que una noche comenzó a insinuarse.

Son esas miradas las que me vuelven loca, estar a cinco centimetros de su boca, oler su perfume... pero resistí. Porque sé que terminar cayendo sólo da problemas, pero él siguió insistiendo.

Teníamos una complicidad tal que todos veían algo que aún no había sucedido y que ni siquiera sucedería en todo el verano. Hablaba con él, intercambiabamos caricias, miradas y risas, ; y yo a cambio recibía miradas asesinas de las demás. Tenía que aparentar indiferencia cuando pasaba horas hablando con alguna de ellas, como ellas debían hacerlo cuando estaba conmigo.

Y así terminé sabiendo que me echa de menos, que tiene momentos conmigo que no cambiaría por nada del mundo, que le complemento... pero que no sabe que será de él y no puede tener nada conmigo, aunque no le faltan ganas para echar a correr de mi mano.

Odio estar mareada, odio tener claro lo que quiero y que mi felicidad dependa de otra persona que me valora como una opción.
Me repito una y otra vez que no soy segundo plato de nadie. Yo soy el entrante, el primer y segundo plato e incluso el postre. Pero aunque me lo repita, aquí estoy, esperando un mensaje o una llamada diciéndome que me echa de menos y quiere verme, para poder correr a su lado como una loca. Como él quizás no correría al mío.

Todo lo que tenía, todos los proyectos ya se quedaron en nada. Ahora sólo pienso en él, y no puedo confesarme con nadie porque me avergüenzo de ello. Eso es lo peor. Pero sigo con la ilusión intacta que él revive en mi con sólo una palabra, con el brillo en los ojos cuando recuerdo como rozaba mi piel. Como una niña pequeña. Porque él podría hacerme aún más feliz y aunque no sea cierto, esa idea no abandona mi cabeza.






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