martes, 26 de enero de 2010

Mi vecino del primero.

Nos hemos criado juntos, desgraciadamente. Siempre supe que sería una bala perdida.
Hijo único, como yo. Nuestros padres compartieron salidas y cenas durante un tiempo, pero aquello no duró demasiado. ¿Cómo es posible que de un progenitor que se considera psicólogo pueda salir semejante espécimen? Desde mi punto de vista, todo tiene su explicación.
Todo tiene su proceso. Los dos somos hijos únicos y nuestras vidas no tienen nada que ver. Excepto por el romance infantil que mantuvimos, como cualquier niño que intenta imitar a sus mayores y al que se le despierta la curiosidad. Entonces pretendes averiguar "porqué él es diferente a mi"y "cómo vienen los niños al mundo". Te das unos cuantos besitos o puede que incluso te metas con él en el baño para investigar un poco sobre el asunto, cuando de repente viene tu mami y os saca del baño a gritos pelados, y tú no entiendes qué problema hay en todo aquello.

En fin, confesado esto, sigo con la historieta del vecinito del primero.
Pasada la etapa de los besitos, pasamos a la siguiente: la de meterse conmigo. Todo porque, como he dicho, éramos el día y la noche.
Siempre he hecho lo que debía hacer, me he comportado como mis padres esperaban que lo hicieran y sacaba unas magníficas notas que se mantenían con el paso de los años. Él en cambio, se pasaba el día en la calle sólo, o con los padres de bar en bar. Fue creciendo y aprendiendo de los hijos de los amigos de sus padres, que no eran precisamente un ejemplo a seguir.
Además, las notas fueron empeorando. Miento, nunca fueron demasiado brillantes. Era un estudiante mediocre, que se dio cuenta que la única forma de llamar la atención era ser "el gracioso" de la clase. Y así empezó todo. Los castigos eran irrisorios, no tenía apenas normas ni orden en su vida. Y sí, una madre que se enfrentaba a los profesores para darle la razón al pequeño, y eso que tenemos delante de nuestras narices a una licenciada en psicología.

Con 20 años debería comenzar a disfrutar de la libertad y la independencia, la universidad, los amigos, las relaciones y las locuras. Como os comenté, ahora me he unido al grupo de los de "nunca digas nunca" y es cuando estoy empezando a romper moldes.
No he sido nunca ninguna monjita, pero digamos que he hecho cada cosa a su debido tiempo y no me he saltado ninguna etapa que considere necesaria para madurar.
Y ahora que yo voy, él viene. "Una llama que arde con el doble de intensidad dura la mitad de tiempo". Bien cierto es que ya ha hecho de todo en la vida, y nada que le aportara nada positivo, aunque él en su momento pensara que sí. Actualmente, ni trabaja, ni estudia ni hace nada. Su vida transcurre en la plaza del barrio, dando vueltas de un lado a otro con la moto, porque ¡ah, sí! el carnet se lo retiraron siendo novato.Tuvo la gran ocurrencia de robarle el coche a la madre para ir a una feria y volver cuando amaneció, con la correspondiente dosis de alcohol y demás sustancias en el cuerpo.Como es fácil de imaginar, tuvo un accidente del que salió ileso, aunque el coche fue a parar directamente al desguace. Prefiero ni saber qué había consumido, si cuando dejé de gozar de su compañía teniamos 15 años y cada fin de semana fumaba maría y se bebía hasta el agua de las macetas.


He aquí la crónica de como no criar a un hijo único. Y, ojo, crítico porque me da igual que me critiquen y habiendo visto antes la paja en mi ojo que en el ajeno, porque como he dicho, tampoco soy ninguna santa. Pero eso es otra historia.

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