jueves, 4 de febrero de 2010

Ansiedad




Me siento en mi escritorio para pasar una larga tarde frente a los libros. Ordeno los apuntes, coloco los folios en el atril y enciendo el flexo.
Mi mente comienza a volar, incapaz de concentrarse más allá de diez minutos seguidos. Siento una necesidad imperiosa de levantarme y de hacer cualquier cosa menos eso.
Me dirijo a la cocina, abro el frigorífico y cojo una onza de chocolate. Siempre fue una de mis mayores perdiciones.
Vuelvo al cuarto, y diez minutos más tarde necesito ir al lavabo. No paro de beber agua. Perfectamente caen 3 litros y medio al día como mínimo. Pero es que no puedo parar quieta.

En la biblioteca todo me distrae. El chico que está sentado enfrente con unos tapones verdes fosforitos me mira. No sé como puede estudiar con eso puesto, el sonido del silencio absoluto me inquieta y no me deja concentrarme. La cantidad de subrayadores que tiene la chica de al lado es enorme. Marcando cada linea de un color, sus apuntes parecen al final de la jornada la bandera del orgullo gay. No sé como puede centrarse en algo importante del texto si hay mil colores diferentes alrededor llamando su atención a la vez.

Estas cuatro paredes se hacen cada vez más pequeñas y mi ansiedad cada vez más y más grande.
Antes no me ocurría esto. ¿Qué me está pasando? ¿Qué es lo que me afecta y no puedo saber?

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