Sin arrugas y en formol

Viajar en transporte público es toda una aventura. Nunca sabes qué vas a encontrar. Está lleno de sorpresas.

Ayer cuando me senté en el bus volviendo de las ansiadas pero decepcionantes rebajas, me encontré con una señora al otro lado que me dio en qué pensar durante un rato.
¿Por qué ansiadas pero decepcionantes rebajas? Siempre veo grandes modelitos a final de Junio y este año he decidido esperar entre tilas y valerianas a que sea por fin 1 de Julio para poder lanzarme a por ellos a mitad de precio. Si me permitiera caer en la tentación, como en la mayoría de periodos previos a las rebajas, luego me querría morir cuando viera los mismos zapatos que me costaron 40 € o esa alucinante falda por la que pagué 30, por 10 € menos e incluso más si se tercia. Así que este año me armé de valor y decidí esperar para llenar mis brazos de bikinis, faldas y vestidos para lucir en mis vacaciones en Portimao. ¿Para qué? Para que de repente, ya no haya bikinis en las tiendas y los cambien por chalecos de lana, botas de invierno y chaquetas tupidas propias del mes de Febrero o Marzo. ¡Malditos! Eso debería considerarse trampa. Luego sacarán un poco de nueva temporada, y cuando sea final de verano y te sientas tentada por la nueva ropa de otoño-invierno, te dejarán los bikinis tirados de precio.

Volviendo al autobús, me llamó la atención cuando, una señora que estaba de pie, preguntó: ¿Pero usted tiene 86 años?. Claro hija, sí- contestó la señora muy enorgullecida.
La miré de forma descarada, aunque la mujer ni siquiera reparó en mí. Se le notaba perfectamente la base de maquillaje, iba repeinadísima y con unos labios rosa-vieja, como yo lo llamo. Todas las señoras mayores tienden a usar ese típico rosa ya característico de su generación. ¿Acabaré yo rindiendome ante él cuando tenga su edad? Ojalá me libre.
No tenía apenas arrugas, y me quedé alucinada. Normalmente, no sé echarle edad a las personas cuando pasan cierto límite como los 40 y pico. A partir de ese punto me pierdo, incluso antes.
Pero al compararla con mi abuela, que tiene la solera de 84 años requetebien puestos, me sorprendió. Siempre he considerado a mi abuela como una mujer bien conservada, que se cuida y se quiere. Toda una superabuela, que no para quieta ni un momento. Mi abuela paterna se conserva en formol, todavía incluso mejor. Pero es una pequeña bruja educada a la antigua y aunque sabe manejar internet como nadie, no sale de su casa excepto para ir a misa y lleva guardando luto por diferentes difuntos desde que tengo uso de razón. Lo único que usa ella es vaselina para la piel de la cara, y la conserva casi sin arrugas. Creo que es genético, es casi imposible que la vaselina dé esos resultados. Si no, se consideraría oro líquido.

La señora confesó que se hacía sus arreglitos para evitar que la gravedad consiguiera su deseado propósito. ¡Ahora si lo entiendo! Era imposible que hubiera alcanzado esa edad sin arrugas apenas por méritos propios. Le quedaba bastante natural.
Luego terminó charlando de las variadas desgracias que han compuesto su longeva vida.
Así que el resto del viaje en autobús estuve cavilando sobre esto. ¿Llegaré a su edad?¿En qué condiciones?
Muchas veces pienso que debe ser muy dura esa etapa de la vida. Es para la que tienes que estar en mejores condiciones, cuando más problemas pueden presentarse y cuando peores noticias puedes recibir. Aunque también ves como tu familia crece y se perpetúa con nietos que traen alegría. Sin embargo, es cuando más fragiles estamos y más dependientes nos volvemos.

Son muchas preguntas las que me cuestiono, pero en cambio, creo que lo mejor es no saber las respuestas.