jueves, 8 de abril de 2010

Partimos


Todo tirado por el suelo, la cama llena de ropa, todos los cajones revueltos, el baño medio vacío... así hago esto. Por mucho que me proponga ser ordenada, al final todo acaba siendo un caos.
En la otra habitación las maletas abiertas en el suelo, con alguna que otra cosa dentro, esperando a mañana para estar a punto de explotar. Me sentaré encima de ellas para conseguir cerrarlas, y a la vuelta será un caos para volver a meter todo en el mismo espacio en el que vino.

Todo ello si encuentro la dichosa llave. Confiaba en que estuviera dentro, pero no. Y ahora, tres horas después, sigo buscando. Al menos tiene clave en uno de los cierres, pero tengo que dejarme el dedo para cambiarla. ¡Que tía más endeble! He de confesar que, por las mañanas, no tengo fuerza para abrir un nuevo cartón de leche o cualquier bote que necesite una mínima fuerza. Y aunque esté bien entrado el día, mi fuerza puede clasificarse como menor que la media. Soy una mujer, mujer, de esas que necesita que venga otra persona a ayudarla en tareas que requieran de una fuerza considerable y no tan considerable.
Pero ahora llega mamá y ...las encuenta. Abre un cajón y ahí están. Sin esfuerzo ninguno. Siempre me preguntaré por qué tienen esa habilidad todas las madres, y por qué podemos buscar horas y horas sin obtener ningún resultado.

Llego a casa y no estoy nerviosa, pero me rodeo de la tropa que va de viaje y me pongo atacada de los nervios. Me dejo contagiar por la masa.

Esto promete, también me confundí con la hora del vuelo. Pensé que salia a las dos, cuando sale casi a las cinco de la tarde.
Espero volver entera. Estaré en Barcelona un par de días antes de zarpar, en la casa de la amiga de una amiga. Una casa sin agua caliente, sin cocina y cerca del aeropuerto. ¿Cómo me voy a duchar con el agua congelada si no soy capaz ni de hacerlo en verano? Es bueno para la circulación, pero nunca fuí de las que soportaron las duchas frías en ninguna estación. De haberlo sabido habría ido practicando. Estamos locas. Puede pasar de todo. Puedo ponerme histérica, pero luego, me reiré. O quizás no me de un ataque de ansiedad y rompa en carcajadas en el mismo momento. No lo sé.

Me esperan 12 largos días y 11 largas noches. Pero que sin duda, se harán muy cortas.

Mientras tanto, esta noche, soñaré con los angelitos.

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