miércoles, 22 de junio de 2011

Tempus fugit


Cuando alguien fallece decimos lo siento. Solemos pensar, o incluso llegar a pronunciar las famosas palabras: "ley de vida".

Yo, por ley de vida, no entiendo que una enfermedad llegue a tu vida cuando tienes 50 años y en un año arrase contigo, aunque luches con todas tus fuerzas y con una sonrisa siempre en la cara. Que no te permita ver cómo tus hijos se casan, cómo nacen tus nietos o cómo progresan en sus vidas gracias a todo lo que tú luchaste por ellos durante tanto tiempo. No es justo que se termine todo justo en el momento en el que has conseguido estabilidad en tu vida, una posición y tiempo para poder disfrutar todo lo que has ganado día a día. Que no llegaras a ver Egipto. Que aún luchando quisieras seguir viajando y haciendo planes con tu familia.

Puede verse como un post triste, y es que lo estoy. Pero no cambiaré mi forma de hablar de ella, ni tomaré un tono especial y solemne cuando pronuncie su nombre, ni hablaré en pasado como si ya no estuviera presente en mi vida.
Lo mejor que me ha podido pasar siempre es que me digan que me parezco a ella en la forma de ser, incluso más que a mi propia madre. Imagino que la genética es así de caprichosa.

Que la quiero, siempre la querré y siempre la recordaré por todo lo que me ha enseñado: a portarme bien con las personas y tener mi conciencia tranquila, a pesar de saber que no se lo merecen; a querer aprender viajando por todos sitios; a disfrutar de la familia; a respetar tus principios por encima de todo; poner el pie derecho delante cuando cambias de ciudad y estás pasando la frontera; a disfrutar los desayunos continentales caseros; a valorar los pequeños detalles...

Carpe diem, tempus fugit y esas cosas... hay que tenerlas presentes cada día.

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