
Me preguntó qué juguete daban hoy, a lo que respondí:
-No lo sé señora. No pido el menú infatil desde hace años.
-Pero, ¿qué es lo que se pide aquí?- me preguntó preocupada, pero entre risas- Yo sólo sé que mis nietos querían un juguete que dicen que lo dan aquí. Mi marío quiere huevo con patatas, pero le he dicho que aquí no hay de eso.
En la cola se volvió loca. Se puso tras de mí directamente, y cuando se quedaban cajas vacías decía que la gente se le colaba.
-Pero señora, no se ponga detrás mía. Espere allí a ver cuál queda libre.
-¡Que lío chiquilla! Mira, yo le doy a los niños su hamburguesa y su coca cola y ya comemos nosotros en el bar de la esquina. Con lo bueno que está un plato de potaje, y me cobran aquí por un trozo de pan con un cacho de carne casi 7 euros, ¡Dios Santo!. Con lo poco que cobramos los jubilaos.
Qué gran distancia hay entre su generación y la mía. Algunos han aprendido a regañadientes a manejar el móvil, como mi abuela, que cada dos por tres pregunta cómo mirar quién le ha llamado o cómo se bloquea. Otros incluso se han hecho una cuenta de correo electrónico, como mi otra abuela, que no para de mandar cadenas de mensajes. ¡Cada día me encuentro 4 al menos! Le digo que los veo todos, pero lo cierto es que cuando veo su nombre los borro directamente. No tengo tiempo para parar a leer todo eso y ponerme a ver los power point que me envía. Me pregunta que es eso que le llega para unirse al facebook (pronunciado tal y como se escribe).
Mi madre no entiende mi música. No sabe cómo puedo oir música en inglés si no se entiende nada. No llega a creerse del todo que entiendo las letras, a rasgos generales las más complicadas. Dice que la música de su época era mejor. Tampoco le hacen gracia las chucherias de hoy en día, como ella dice. Han cambiado los precios, si antes con nada podías comprar media tienda y no había tantas cosas raras, el regaliz de toda la vida y ale, marchando.
Mi madre no sabe ni encender el ordenador, y ni quiere. ¿Y si me voy al extranjero cómo hablamos si no sabes manejar el skype? Ya aprenderé, me dice ( y yo tendré que tomar cuatro tilas para poder enseñarte en dos días, porque lo dejarás para el último momento).
Todo avanza de forma rápida. Mi ordenador no tiene ni 6 años y ya está viejo. Mi móvil no es táctil y ni quiero, me vuelvo loca si no tiene botones, no sé escribir mensajes con un lápiz.
Me costó la vida comprender cómo funcionada twitter y saber para qué leches servía; y aprender a manejar spotify con todos sus trucos me costó lo suyo, eso sí, no lo cambio ni por todo el oro del mundo.
Me peleo con el Ipod cada vez que quiero piratearlo, aunque si me lo cargo me da lo mismo, porque me lo encontré en la calle... era de un chino ( y lo sé porque estaba en chino, y tarde horas en cambiarle el idioma). Sí, sé que soy mala. Pero al chino lo había visto hacía media hora en el banco sentado con el cacharro en cuestión, y no hubiera sido capaz de decir de qué chino era. Para mí son todos iguales, quizás la generacion que me siga aprenda a diferenciarlos al convivir con ellos, pero yo soy incapaz. Tengo tres Ipod diferentes, desde el mini que es en blanco y negro hasta llegar al Ipod touch. Me da pena deshacerme de ellos, según mi madre cuando pasen algunos años serán reliquias para coleccionistas. ¿Pero qué hago con ellos? ¿Acumulo Ipods, móviles y portátiles?
Quiero comprarme un lector de libros electrónicos pero no sé cual. Los veo todos iguales. Yo sólo sé que no quiero acumular más libros en casa porque en el cuarto entra un número muy limitado de ellos.
Y ahí voy, luchando con las tecnologías e intentando no quedarme atrás. ¿Acabaré por perderme y no lograr entender cómo funcionan la mitad de los chirimbolos nuevos que salen? ¿Repudriaré la música que oyen mis hijos o conseguiré no quedarme anticuada y que mis oidos se adapten a los futuros nuevos sonidos?
Todo va a una velocidad de vértigo.
